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Por Anthony Boadle y Lisandra Paraguassu
BRASILIA (Reuters) – Los 580 días que el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva pasó entre rejas le imbuyeron de un renovado sentido de la justicia social, dijeron sus aliados y confidentes, convenciéndole de la necesidad de priorizar el fin de la pobreza sobre el aumento de los beneficios.
Lula prestó juramento el domingo para un tercer mandato sin precedentes, culminando un giro espectacular para uno de los líderes políticos más duraderos del mundo, que se presentó por primera vez a las elecciones presidenciales en 1989.
Encarcelado por peculado en 2018 -el año en que fue elegido el expresidente derechista Jair Bolsonaro-, las condenas de Lula fueron anuladas en 2019, lo que le permitió desbancar a Bolsonaro en las elecciones de octubre.
Mientras se esfuerza por unir a una nación desgarrada por los problemas económicos, una pandemia contundente y el populismo de extrema derecha de Bolsonaro, Lula está buscando inspiración en sus días en prisión, dijeron aliados y confidentes a Reuters.
Aprendió de tres intentos presidenciales fallidos a moderar sus ideales izquierdistas y hacer las paces con el poderoso sector privado de Brasil durante su presidencia de 2003 a 2010. Pero Lula 3.0 planea redoblar la lucha contra la pobreza, acabar con el hambre y atacar el racismo, dijeron sus aliados, al tiempo que recompensará a los leales visitantes de la cárcel del Partido de los Trabajadores (PT) con puestos clave en su gabinete.
“La cárcel reforzó la sensación de que tiene un deber ante todo con los pobres de Brasil”, dijo Tarso Genro, ex gobernador del PT de Rio Grande do Sul y estrecho colaborador de Lula. “Entró fuerte en la cárcel y salió más fuerte”.
El Lula más ideológico que salió de la cárcel en 2019 no debería ser motivo de preocupación, dijeron amigos y aliados. Sigue siendo el mismo pragmático que perfeccionó su poder de persuasión como líder sindical en las plantas automotrices de Sao Paulo en la década de 1970, agregaron.
Los colaboradores de Lula han alentado las comparaciones con el ex líder sudafricano Nelson Mandela, que pasó más de un cuarto de siglo entre rejas como opositor al apartheid del país.
Pero muchos en Faria Lima, el llamado “Wall Street brasileño”, que recuerdan con cariño al Lula favorable a las empresas de principios de la década de 2000, están conteniendo la respiración, preocupados por que el aumento del gasto social y un gabinete leal dañen la credibilidad fiscal de Brasil y marquen el comienzo de una nueva era de estatismo manchado de corrupción.
“La reacción inicial a Lula 3.0 sobre Faria Lima no es favorable”, dijo el economista Andre Perfeito, refiriéndose a la caída del mercado tras el anuncio de la propuesta de gasto de Lula. “Muchos inversores apostaron por la victoria de Bolsonaro y casi aciertan, así que es natural que no estén contentos”.
Los recientes nombramientos en el gabinete -incluido el del líder del PT, Fernando Haddad, como ministro de Finanzas- también han inquietado a algunos inversores.
Lula también nombró recientemente al economista e incondicional del PT Aloizio Mercadante director del banco nacional de desarrollo BNDES, que durante los anteriores gobiernos del PT prestó miles de millones de reales a proyectos consumidos por las acusaciones de despilfarro y corrupción, aunque funcionarios del banco han dicho que eran transparentes.
El portavoz de Lula, José Chrispiniano, dijo que el presidente apoya la responsabilidad fiscal y cree que el fortalecimiento de la economía es la mejor manera de combatir la pobreza.
“Él no ve ninguna contradicción entre cuidar de los más pobres y promover el crecimiento. Al contrario, cree que cuidar a los pobres y darles la oportunidad de trabajar y consumir es lo que genera un crecimiento sostenible”, dijo a Reuters.
LEER ENTRE REJAS
La nueva conciencia social de Lula se encendió leyendo libros sobre la raza, la esclavitud y el hambre entre rejas, así como biografías de Fidel Castro y Nelson Mandela, según su sitio web. También leyó “Lulismo en crisis”, una revisión crítica de su movimiento y sus errores, escrita por su antiguo secretario de prensa Andre Singer.
Su relación con Rosangela da Silva, o Janja, una militante del PT 20 años más joven que él, con la que se casó al salir en libertad y que parece que será un actor político clave, aumentó. Lula enviudó al morir su primera esposa, Mariza, un año antes de ingresar en prisión.
Janja -que ayudó a organizar la certificación de las elecciones de Lula y la toma de posesión del domingo, además de asesorar en la elección del gabinete- se encontraba entre los cientos de fieles del PT que acamparon frente a su prisión en la ciudad sureña de Curitiba.
“Buenos días, presidente Lula”, coreaban sus devotos al comenzar el día, seguidos de “Buenas noches, presidente Lula” al acostarse.
Desde su celda de 15 metros cuadrados en el tercer piso de la sede de la Policía Federal en Curitiba, Lula se dedicó a reorganizar el PT y a gestionar su defensa legal. Allí planeó la fallida campaña presidencial de Haddad, un visitante habitual que perdió ante Bolsonaro en 2018.
Cuando salió de prisión, Lula estaba decidido a dejar las cosas claras sobre su encarcelamiento y dijo que quería ser reelegido para limpiar su nombre en el tribunal popular. Calificó su encarcelamiento de caza de brujas política, fabricada por la derecha para impedirle presentarse en 2018.
Otro colaborador cercano, el senador del PT Humberto Costa, dijo que Lula maduró políticamente en la cárcel.
“Lo que le llevó a presentarse de nuevo fue la necesidad de dejar su huella, no sólo política sino histórica, trayendo un cambio duradero a Brasil”, dijo Costa.
Source: INVESTING